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MUCHO TILIN TILIN Y NADA DE POLÍTICAS PÚBLICAS

“Nos intentan amputar la capacidad de imaginar el mundo de otras maneras posibles”

 

 

Luis David me invita a qué pensemos esta intervención desde la pregunta ¿por qué no ha cambiado la visión de cultura en Manizales?, un reto que me proporcionó el gusto, las ganas y el coraje para implicarme más, para escuchar lo que sentía y para escribir al respecto en el marco del Taller del Derecho a la Ciudad.

 

Punto de inicio:

 

La cuestión de la utilidad ha empobrecido en gran medida la manera en que pensamos la vida.  ¿qué vale una política cultural que empobrece lo que pretende comprender y describir?

 

 

Las políticas culturales nos demandan claramente a los ciudadanos e instituciones a estar más implicados en la vida cotidiana de nuestros territorios múltiples, diversos, polifónicos, para mejorar las condiciones políticas de la gente y su relación con los ecosistemas.

 

Por eso es fundamental cuestionarnos esas formas simbólicas heredadas en las que pretenden reconocernos a todxs como iguales, en bastas generalizaciones que con frecuencia son demasiado rápidas, esencialistas, radicales y empobrecedoras: “Manizales la ciudad más culta y limpia”; “Manizales Ciudad Viva”; “Manizales la Ciudad del Aprendizaje”; “Manizales Segura”; “El gobierno de más oportunidades”; “Manizales + Grande”; “Biodiverciudad”; etc., imaginarios desde pretensiones que sostienen estereotipos y prejuicios de  clase, género, raza, que son tan visibles y negativos aún; que generan exclusiones, nuevas periferias, marginalidades; señalizaciones cargadas de una incoherencia política muy cuestionable y un relativismo autoritario y aplastante.

 

Creo que las ambiciones de generalización de los que nos intentan “gobernar” son a menudo la consecuencia de su voluntad de simplificar, de reducir todo, de obtener un relato unificado y finalmente no están tan alejadas de la voluntad de dominio.

 

Aquí vuelvo a constatar que tenemos políticas culturales de colonizadores para colonizados, los Azucenos que se niegan a “morir”, a dejar sus viejas prácticas,  que devienen de la hegemonía cultural como resultado de marcaciones que se han sedimentado históricamente, que operan desde una jerarquización de una valoración de sí y un menosprecio por quiénes ocupan el lugar de la diferencia y que atraviesan y contienen a la mayoría de los que están en los cargos de poder o han intentado por lo menos escribirlas, y por lo que hasta ahora no han logrado cuestionarlas e intervenirlas desde el sentido común para poder cambiar ámbitos simbólicos que favorezcan nociones como ciudadano, derechos culturales, independencia personal y colectiva, autonomía, emancipación, libertad, prácticas, experimentación, creatividad, transdisciplinariedad, colaboración, hibridación de saberes y espacios de aprendizaje, eliminación de fronteras, cultura popular, bien común, transición ecológica y cultural, el buen vivir, vivir sabroso, etc.

 

Lo que se sostiene y ha prevalecido en Manizales es muy artístico - centrado, endogámico, caracterizado por un amor ciego y serio por la “eventitis”, una producción de eventos de todos los formatos que se hacen anualmente con poco o mucho respaldo político de las castas políticas, de lo que diga el gamonal, el don de turno, que a su vez se dedican sigilosamente y descaradamente a atrapar procesos artísticos, culturales, ambientales, educativos emergentes de base y seducirlos para que sigan creyendo que el sueño dorado, el premio gordo es llegar a ser el “gran evento de ciudad”, imaginarios históricamente reproducidos por  gobernantes de paso que sobresalen hoy pero por la foto-gestión y la participación pero en las redes sociales y que continúan prolongando ese acto civilizatorio de “exterminio” de lo otro, los otros que no pertenecen a estas concepciones mohosas, anquilosadas y anacrónicas de concebir la cultura.

 

Esta “Cultura” como un campo de batalla en los que combaten diferentes modos de vivir la vida, no se refleja en estos textos de política cultural. Nos seguimos encontrando reiterativamente  con encargados y “representantes” de la cultura que no trabajan en pensar el daño (que producen y re-producen) las barreras disciplinares, de la “rosca”, el clientelismo, del fragmento, la parcelación, es más, son los que se interesan en el fomento de la separación de los saberes, de las prácticas, sobrevaloran la competencia y se aprovechan de la agresividad, de las disputas que gestan entre unos y otros, porque les sirve sostener en el tiempo el “divide y reinarás”, su pensamiento feudal no les da para más. Estos personajes que llegan y se van, no se han interesado en cuestionar los fenómenos enlazados a las relaciones de poder y dominación que configuran las prácticas humanas que definen la cultura. No dan pasos valientes y más audaces como ciudadanos, no problematizan el entramado de relaciones de poder ni su naturaleza histórica, no les interesa; por eso estos textos no dan cuenta de una relectura, de una reinterpretación que ayude a cambiar las desventajas, los desequilibrios, en plantear diseños de transición y de fomentar la intensa conexión - comprensión - co -creación entre los ciudadanos que incluyan las distintas formas de transformar la ciudad y a los ciudadanos para vivir mejor.

 

Aquí vemos claramente que no se exploran las posibilidades históricas de transformación de realidades vividas por las personas, ni su contribución vital, el trabajo colaborativo que nos ha permitido imaginarnos de múltiples maneras generando múltiples posibilidades, por eso se nota que lo más conveniente sea seguir expulsando, excluyendo todo lo que no encaja, las luchas, las resistencias, los procesos que han generado cambios, el trabajo crítico, la oposición política, las articulaciones por la cultura y con ella, el cambio histórico y las narrativas de cómo nos hemos relacionado con Manizales, que dan cuenta de sus culturas.

 

Una política cultural seria, comprometida y responsable propone otros modos de atención, donde la territorialidad es una construcción más amable, contingente, colectiva, orgánica, democrática. Su escritura y acción debe basarse en el diálogo, las redes distributivas, la concertación, la democracia educativa que inspire el desmontaje de las relaciones de poder y de concepciones del conocimiento que fomentan la reproducción de jerarquías artísticas, geopolíticas, raciales, de clase, de género, que sostienen hábilmente privilegios y reafirman imaginarios que fueron creados en el mundo moderno/colonial.

 

Manizales sigue siendo el proyecto político de las élites criollo - mestizas, por eso continuamos estando bajo el mandato de las élites criollas emergentes (ancladas a su pasado español, portugués, que aún creen y sostienen su ideal francés)  y de los que no lo son y pretenden ingresar como sea en este curubito. Muchos siguen el camino de asimilarse y acomodarse con la élite que detenta el poder olvidando su propia consciencia crítica, olvidando sus raíces. Se siguen portando como los criollos que le dieron la espalda a los indios y negros y se volvieron hacia los canónes de Francia e Inglaterra, sus modelos de ser colonial, de ser “culto”, “refinado”, “gente de bien”, etc, que va constituyendo un lugar de superioridad sobre el otro que no sigue estos paramétros.

 

 

De aquí la importancia de que pongamos el acento en el pensamiento y la acción, en la relación histórica local entre el hacer y el pensar.

 

Creo que todo lo que precede, se agencia y ha constituido las prácticas culturales en Manizales podría darle la razón a esa intuición. Ya sea porque este ejercicio me obligó a borrar continuamente las fronteras disciplinarias, porque no deja de ponerme en guardia contra las generalidades; porque no siento ninguna lealtad hacia los grandes relatos; porque hoy mi responsabilidad me incita, me provoca al cultivo de la atención como cultivo del cuidado, cuidado de aquellos a los que se quiere conocer y también cuidado del pensamiento, porque honra los saberes; porque en Manizales hay muchos procesos orgánicos que suturan, tejen, sanan, se expanden, generan fermentación creativa y solidaria, y gestan experiencias complejas, emergentes, dinámicas, autogestionadas, autónomas, soberanas sin perder su objetivo, sin olvidar su carácter orgánico, sin olvidar su razón de ser, que no se transan al mejor postor, que siguen nutriéndose y fortaleciéndose, pero sobre todo, que nos devuelven la capacidad de reimaginar desde maneras poco convencionales e improbables y que no se preocupan por los órdenes ontológicos establecidos. Hay procesos que alzan la voz con consciencia crítica, que nos presentan modos de pensar distinto, de crear distinto, de indagar distinto, de construir otra ciudad.

 

Por eso lo que nos convoca, es el desafío de volver a imaginar la ciudad que habitamos. El reto está entonces en desmantelar, deconstruir los modos de pensar naturalizados, legitimados y desafiarlos, desnaturalizarlos. Generemos acontecimientos que nos permitan salir del ostracismo al cual nos condenaron por siglos, e inauguremos en nuestra existencia singular y colectiva una “comisión de la verdad”, actuemos con sinceridad, no sigamos perpetuando y encubriendo estos modos que generan expectativas ilusorias, fanatismos o idolatrías, generalizaciones excesivas sin matices, muchas frustraciones y demasiado dolor.

 

Recuperemos la dignidad, la unidad en la diversidad, la juntanza, el cuidado, el soñar, el compromiso y la inspiración para re- crearnos, re - encantarnos y florecer de nuevo, de múltiples formas.

 

Lina Paola Duque Fonseca

Gestora Cultural

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