top of page

MANIZALES IMAGINARIOS DE UNA MENTIRA. (PARE Y SIGA LA CULTURA)

Empiezo a escribir este texto con una pregunta ¿por qué no ha cambiado la visión de la “cultura” en Manizales? Intuyo que parte de la respuesta es común al resto del país, al menos en aquellos lugares en los que la colonización, y la conquista, no hicieron tan bien su trabajo de borrar imaginarios culturales existentes y en los que la memoria de los pueblos originarios nunca dejó de sembrar dudas sobre los relatos míticos de las Atenas americanas en los que falsamente se fundan nuestras identidades culturales hegemónicas.

Empecemos por demostrar argumentativamente, que tengo razón. A la manera de los científicos sociales y los papás peleones (matriculado por supuesto en el segundo grupo). Para ello les pido leer estos dos textos y buscar algunas similitudes.

 

“Manizales, ciudad joven y como tal generosa y entusiasta. Se esforzó por mostrarse digna de tan alto puesto que había alcanzado en los cortos años de su brillante existencia. Misa solemne y Te-deum en la Catedral. Exposición, artística, industrial y pecuaria. Paseo cívico con carros alegóricos, juegos florales […] muchos y variados festejos; todo decorado con retretas, alboradas, salvas de artillería y todo ello lleno de alegría y gran animación; los diez días que duraron los regocijos públicos; sin un desorden, sin una voz discordante, sin nada que desdijera de la cultura de este pueblo morigerado, trabajador y patriota.” Apuntes para la historia de Manizales, 1914. José María Restrepo a propósito de las celebraciones del centenario de la revolución en Colombia, 1910. 

 

“Fundada en 1849 por colonos antioqueños, hoy es una ciudad con gran actividad económica, industrial, cultural y turística. Igualmente resalta por su actividad cultural en la que se destacan su Feria anual, el Festival Internacional de Teatro y numerosos espectáculos y convenciones. Manizales es denominada la "Ciudad de las Puertas Abiertas". También se le conoce como "Manizales del Alma" debido a un pasodoble taurino que lleva su nombre”.

“La capital del departamento de Caldas es una de las ciudades más culturales de Colombia.

 

En enero se vive la Feria de Manizales imita varias de las costumbres españolas que quedaron arraigadas en el territorio después de la colonia, entre ellas las corridas de toros y las cabalgatas. En la misma época también se realiza el Reinado Internacional del Café.

El Festival Internacional de Teatro de Manizales y el festival de música Manizales Grita Rock, son otras de las actividades que caracterizan a la capital de Caldas como ciudad cultural de Colombia.” Política pública de Cultura ICTM- 2022. Páginas  18 y 19.  Aparte hacia una política cultural.

 

Entre los dos textos (con más de 100 años de diferencia) corre el mismo tono y las mismas imágenes. La ciudad joven, próspera y culta. La ciudad de las ceremonias coloniales heredadas: la misa, el té, la retreta, el teatro, las músicas de cuerdas, la danza y la literatura. La ciudad pacifica, bien criada, bien portada, de la que nada puede desdecirse, sin desorden, ni discordias. La ciudad blanca. Una pausa. La ciudad borrada, ocultada. ¿cuáles es? ¿Cuáles son? Esas ciudades en la sombra. Digamos entonces que si hay algo propio de la cultura Manizaleña y caldense. Es el gesto imaginario de la fabulación: somos unos mentirosxs. La ciudad copiada, la ciudad inflada, la ciudad maquillada ¿a quién le sirve?

 

El imaginario cultural está presente en la narrativa política desde el inicio y permanece hasta hoy ¿por qué? Me parece que voy llegando al punto. Este imaginario de ciudad-cultural ha sido cuidadosamente gestado y permanentemente reproducido porque le sirve a una élite política, la que en su nombre propio construye estos discursos, disfrazados de documentos históricos o burocracia administrativa. Una narrativa-ciudad  en la que no solo se reconoce falsamente, como el narcisista en el espejo. Sino que la utiliza para callar todas las demás voces, para retrasar la democratización  de la construcción respetuosa y equitativa del territorio. Este imaginario de una ciudad uniforme y concertada le sirve para mantenerse a distancia de los cambios, las transformaciones, para anclarse. Siempre he escuchado que la cultura es la cenicienta relegada (por lo escaso de los recursos que se le asignan políticamente). Yo lo diría ahora, con otro sentido, la cultura y su capacidad de reproducir un imaginario narrativo: imaginario-manizales, pone a lo popular y disidente a brillar la corona, a lustrar las botas del opresor. Uno que no ve el territorio como una casa común que debemos cuidar, compartir y preservar. Que se ve a si mismo como el dueño de una tierra joven, próspera y educada.

 

Algunos han intentado transformar esta visión cultural en los años recientes. Suponiendo que lo hubieran hecho con buenas intenciones (insisto en creerlo) ¿por qué no lo lograron? Porque este cambio en nombre de la #ladiferencia #biocultura se convirtió en representaciones políticas  incapaces de transformar sus visiones y prácticas. Mientras - lastimosamente-  terminaron por cooptar  y desdibujar poderosas fuerzas sociales de transformación como el barrismo, el arte urbano y otras expresiones diversas de la música, imagen o teatro. Y aunque hubiesen tenido la genuina intención de hacerlo. De vestir con ropas nuevas a la cenicienta, se han equivocado en repetir los viejos imaginarios, se han convertido en aliados de los actores tradicionales, afines en los objetivos a la misma clase política y empresarial.

 

Propongo entonces que le pongámos fin al imaginario de la mentira. Manizales no es una potencia cultural. No es una ciudad pacífica. No es una ciudad equitativa, cívica, medioambiental, una “biodiverciudad”. Está lejos de serlo. Nuestras acciones poco transforman el sustrato imaginario de la sociedad desigual, conservadora y colonial, de la que nació esta narrativa-territorio.  ¿Qué hacer para transformar definitivamente este imaginario? Y debilitar con ello el cerco político-económico que se ha cerrado sobre el territorio, que lo desangra y retiene.

 

Debemos cuidar las expresiones emergentes, de la cooptación y la mentira. Criticar fuertemente la financiación pública de grandes eventos que no aportan a la construcción de nuevos imaginarios, que no sostienen procesos educativos populares de cara a la ciudad. ¿Para qué sirven (a demás de fortalecer un imaginario de poder)? ¿Cómo se relacionan de forma permanente con las veredas, los corregimientos o barrios? ¿de qué manera nos servirán para apropiar a una sociedad de su propia colectividad y despertarla al sueño de la democracia? Es ahora un tiempo propicio para hacerlo. En los años que vienen daremos los pasos para salir de la ciudad señorial, colonial. La ciudad de los mentirosxs, que se fabula potencia, que se dice culta y honesta. Y que esta envenenada hasta la médula de corrupción y violencia (estructural y simbólica).

 

Si eso queremos. Olvídense de los grandes eventos, de los consejos de área, de las áreas artísticas, de los elogios públicos y conéctense con el territorio, siéntanlo, habítenlo, nómbrenlo, escúchenlo, nárrenlo, transfórmenlo. Sino, al menos tengan el pudor de dejar de llamarse lxs diferentes, los bioculturales, la resistencia, los gestores de grandes logros, los funcionarios del cambio: dan vergüenza. Nómbrense como lo que son la cultura de la tradición manizaleña: la cultura de la mentira. Del mutuo elogio.  Ábranle espacio al fuego de los que desdesdecimos de este territorio y deshonramos a sus fundadores y grandes hombres. Dispuestos a cambiarlo a toda costa.

bottom of page