
ÉRASE UNA VEZ UNA POLÍTICA CULTURAL ...
en una comarca llamada Manizales
Hay una historicidad que hoy me interpela. Regreso a la ciudad a finales del año 2019, y en el balance de entrega de la administración saliente se nos informa públicamente un déficit del ICTM, por más de 2.000 millones de pesos, recursos que suman los desembolsos que se le deben aún a una cantidad de agentes del sector artístico y cultural de la ciudad, pero aquí no pasa nada.
Decidimos en ese entonces, crear la plataforma biocultural Kumanday conjuntamente con el movimiento socioambiental Kumanday para “abrazar al nuevo alcalde”, con el fin de que se pensara con pertinencia en un ecosistema artístico, cultural, creativo y patrimonial que habita esta ciudad y la hace GRANDE. Mandatamos y entregamos un documento en la sesión del sector cultura y turismo realizada por el nuevo alcalde en las jornadas de planeación en el año 2020 y solo copiaron textualmente en el plan de desarrollo 4 de sus puntos y nunca fuimos convocados a dialogar como lo solicitamos.
Hoy, vuelvo y me encuentro con un gran silencio ensordecedor del “sector cultural” y de la ciudadanía sobre estas coyunturas y una institucionalidad que desnaturaliza los fenómenos culturales de un territorio, con una política cultural que pone la cultura como un objeto externo, como si existiera afuera de nuestra propia historia; una política que da cuenta de algunas prácticas de una gente en una narración tradicional no asociada, no articulada con la situación histórica que pretende trabajar, como si fuéramos un sistema cerrado, muy mal delimitado, fragmentado, distorsionado, frágil, sin procesos, sin realidades. Somos “estudiados” por un grupo académico con una visión tan reduccionista que es difícil pasar las páginas para finalizar su lectura. Es una política que acoge conceptos humanistas, como esos que todavía tienen eco en la cultura de las élites de esta ciudad, atravesados por rutas antropocentristas que aún creen que la cultura es solo folclor, hábitos, costumbres, un documento lleno de lugares comunes en los que pretenden definirnos a todos como iguales.
Indagando más y explorando en profundidad un texto que uno quisiera que no fuera real, se nota en cada uno de los vocablos que no se puso en conversación las diversas perspectivas de análisis para comprender los múltiples fenómenos culturales de la Manizales rural y urbana. Es tan evidente, que ni siquiera se goza de un “diagnóstico” y una “caracterización del sector” que devele lo que hacen y sobre todo que muestren con admiración y respeto los resultados de un sin numero de prácticas que se han gestado y que se sostienen a través de procesos autónomos, autogestionados y que no dependen de una institucionalidad ausente, invisible y que no ha podido entenderse a sí misma, para poder construir desde lo mucho construido.
Esa negación absoluta u omisión deliberada me resulta incomprensible. Entonces, me pregunto, ¿dónde está ese entramado simbólico en el que estamos inmersos todos, que nos determina, que nos constituye y que cambia en el tiempo y muta políticamente de acuerdo a las relaciones de poder?. ¿Dónde están plasmadas aquí
las preguntas sobre nuestro presente?. Se nota que no hubo diálogo de esta administración en la formulación de esta política, a pesar de que en este documento se reitera repetitivamente la palabra participación, pero que en realidad fue lo que menos provocó en su deber ser, lo que al parecer no sucedió, quizás por su desconocimiento de la cantidad de mundos que habitan la ciudad o por temor de interactuar con los diferentes modos de vivir la vida y que pueden desbordar sus capacidades y respuestas. No sabemos aún.
Esta política renuncia desde el principio a describir con exactitud cómo las vidas cotidianas de las personas están articuladas por la cultura y con ella. No explora las posibilidades históricas de transformación de realidades vividas por las personas y las relaciones de poder en las que se constituyen dichas realidades, no reafirma la contribución vital del trabajo de los agentes y la ciudadanía en la imaginación y realización de tales posibilidades, que son múltiples. Esta política no comprende las relaciones de lucha, resistencia y cambio que se han tejido en el territorio. Las desconoce totalmente.
En este documento no existe la cultura en relación con la sociedad ni se ve la sociedad a través de la cultura. Es una política cultural que no abarca ni constata las relaciones entre todos los elementos con los que se relaciona y cómo se relaciona, y eso que pretende en los ejes estratégicos que la cultura sea transversal, me pregunto, ¿transversal a qué?.
Deja a un lado las prácticas culturales que son cruciales para la construcción de los contextos específicos y las formas de vida humana y de la realidad que habitamos.
Esas intersecciones de diferentes posibilidades se anulan. ¿por qué se anulan?.
Hilando un poco más fino, y cuando nos acercamos a la lectura de las necesidades y problemáticas del “sector”, que están compartimentadas, fragmentadas, se reducen, y confunden los ejes y las dimensiones del campo, en una caótica presentación sin consciencia semiótica de la diferencia, lo peor aún, es que a pesar de que se hable de diversidad, aparece solo como discurso, sin argumentos, ni cifras, ni soportes contundentes que lo respalden, y aún más grave, siguen concentrando y centralizando estas orientaciones únicamente a las artes, como si el poder creativo solo deviniera de los dones otorgados a los elegidos y por ende sean los privilegiados de esta política. Está política se queda en el mero acceso, y no se piensa desde los derechos a poder ser. Para mí, una postura muy colonial.
Por otra parte y no menor, se enlista como una salida a mercar, una cantidad de problemas o necesidades, que no se articulan al final ni si quiera con la propuesta de ejes temáticos, ya que la redacción de este documento lo olvida, y acogen literal y textualmente los indicadores descritos en el índice de la “Guía para la evaluación de las políticas culturales locales, elaborado por el Grupo Técnico de la Comisión de Cultura de la FEMP en materia de sistemas de información cultural, evaluación e indicadores”. Fuera de ser un texto eurocentrado que nos guía y borra, es tachadura, es un irrespeto total al quehacer artístico, cultural, social, ambiental y creativo de la ciudad.
Al final del final se reduce todo a la subordinación de la política cultural a la administración municipal; del “desarrollo humano” a la acumulación de capital y de la justicia social al crecimiento económico, de lo que se denomina “sector cultura”.
Y regresan a mí, esas inquietudes que atravesaron mi lectura, ¿a quiénes convocaron para preguntarles?, ¿dónde están los procesos de formulación, validación, construcción participativa y democrática de una política que demanda como derecho la intervención de la sociedad civil?, ¿quién legítimo lo que está allí escrito?, ¿dónde sucedió la movilización de la cultura llevada a cabo por la diversidad que nos habita?,
¿dónde están los 1.500 agentes del sector que mencionan en el texto?.
Preguntémonos colectivamente si esto fue un proceso de inclusión o de exclusión. Y preguntémonos con mayor intensidad y frecuencia si vamos a seguir siendo burlados, subestimados, subalternizados por la institucionalidad y los órganismos de control. Pero aún más fuerte, preguntémonos si como ciudadanos vamos a seguir callándonos y auto-amordazándonos para no salir y ALZAR LA VOZ.
Estoy aquí, hoy, en un acto de corresponsabilidad, para reponer contingencias de los modos de imaginar, sentir, pensar, significar y actuar, para poder junto con otros evaluar las estrategias que apuntalen e interpelen las tendencias corrosivas respecto a la consolidación de la hegemonía que deviene en el ICTM y sus modos de operar sistemáticamente.
He visto como han silenciado, acallado, censurado, invisibilizado, neutralizado a los que difieren o se resisten a estas formas. También es muy notable, cierto distanciamiento cínico de algunxs agentes u organizaciones, de representantes que se representan a ellos mismos, y que desde un limpiamiento de las molestias, intentan amangularse para sobrevivir en su singularidad. Lícito o no, sin juicio moral pero si ético, me presento desde este texto/textura que encarna mi deseo de intervenir en el mundo, de transformar, e interrumpir estas relaciones constituidas.
En este devenir vital y visceral, vinculo la teoría y la práctica, de donde nace mi propio malestar por lo que sucede en Manizales, aquí no hablo en nombre de alguien ni de nada, porque todxs hacemos parte de, porque esto me constituye en un nosotros.
Somos Kumanday!!!
Linna Paola Duque Fonseca
Gestora Cultural